Rosas Modernas, maravilloso invento

Son símbolo de la perfección formal que es capaz de alcanzar la Naturaleza. Y, sin embargo, es la mano del hombre la que está detrás de la gran mayoría de las rosas que admiramos hoy. Las Rosas Modernas son fruto de un grupo de jardineros, botánicos y científicos, cuya labor resulta tan sutil como apasionante.

La rosa ‘Peace’ (paz) es una de las más famosas de la historia. Obtenida por Francis Meilland entre 1935 y 1939, estaba en la mesa en la que se firmó la rendición de Alemania al finalizar la II Guerra Mundial.

¿Se puede mejorar la perfección? Sí, es posible. Solo hay que asomarse al trabajo de los obtentores, un nombre demasiado prosaico para referirse a una tarea tan fascinante como la creación de nuevas rosas, más perfumadas, más resistentes, más bellas si cabe.

Los obtentores combinan especies, cruzan familias, crean colores, aromas y formas, y sueñan con rosas imposibles, como la azul, con la ingeniería genética y la investigación botánica como aliados. Pero no hay nada artificial en su trabajo, son una suerte de casamenteros que se dedican a buscar los candidatos perfectos entre las mejores familias para formar las mejores parejas posibles, en busca de una descendencia ideal. Y funciona.

Los ‘obtentores’ de rosas combinan especies, cruzan familias, crean colores, aromas, formas. La hibridación permite obtener más pétalos, tallar la forma del botón y ampliar la gama de colores.
La rosa pone mucho de su parte. Se propagó y aclimató perfectamente en todas las zonas templadas del planeta adaptándose al entorno a través de hibridaciones y mutaciones espontáneas. Y gracias a esa adaptabilidad se ha dejado manipular y modelar al gusto de los hombres. Actualmente, en el mundo de las rosas el listón está tan alto que deben ser hermosas incluso cuando están marchitas. Es una de las líneas de investigación que siguen los obtentores, “que la flor muera bien para prolongar su atractivo”, como apunta Juan Armada, ex técnico conservador de colecciones del Real Jardín Botánico-CSIC, en Madrid.

Mejorar los parámetros

Las principales líneas de investigación se centran en mejorar los parámetros que definen la calidad de una rosa; dependen de la tipología y el uso de la flor. “Si es para flor cortada, la rosa debe ser de tallo largo y tener un botón de gran tamaño”, señala Matilde Ferrer, presidenta de la Asociación Española de la Rosa y miembro de una de las principales familias de obtentores, los Ferrer, que se han convertido con su vivero valenciano en los mayores productores de rosas de España.

En este campo se trabaja con los híbridos de té, y en menor medida con los floribunda, para conseguir flores compactas de apertura lenta, dispuestas sobre tallos largos y erguidos, con hojas de un verde intenso y brillante, resistentes a las enfermedades, capaces de ser cultivadas a temperaturas más bajas… Y esto no es nada: hace apenas una década se consiguió uno de los objetivos más perseguidos: la creación de rosas sin espinas. Fue Meilland, uno de los mejores y más premiados obtentores del mundo, con su Rosa ‘Grand Gala®’.

Un pulso con la Naturaleza

Respecto a las rosas de jardín, los parámetros que se persiguen son bien distintos. “Tiene una gran importancia el perfume”, señala Matilde Ferrer, “pero, sobre todo, se persigue la reflorescencia y una mayor resistencia a las enfermedades”. En estos dos puntos los hibridadores mantienen un pulso particular con la Naturaleza. Como apunta Armada, “las Rosas Modernas tienen menos olor que las Antiguas”; y tiene su lógica, porque “el aroma era una cualidad mucho más valorada en la Antigüedad” y se ha perdido en la búsqueda de la espectacularidad de la flor. En cambio, “las Rosas Antiguas no son reflorecientes, solo florecen en una época del año, generalmente en mayo”, añade el experto. El hombre ha sido capaz de hacer que los rosales florezcan más de una vez al año: ha sido el mayor reto que se han marcado los investigadores desde el siglo XVIII.

Pero hay más, como que los rosales mantengan las hojas en invierno, que necesiten poco mantenimiento, que se adapten a condiciones adversas… Por todo ello, la Rosa ‘La Sevillana® Meigekanu’, de Meilland, se ha convertido en un auténtico best-seller, la más popular en la jardinería pública en todo el mundo.

Pero, por encima de todos los objetivos, se persigue la belleza de la flor, y las rosas de botón grande son las favoritas, especialmente si al tamaño se suma la “singularidad de la novedad, tanto en el color como en la forma”, apunta Matilde Ferrer. Para la experta, estas características convierten a la rosa ‘Pierre de Ronsard’ en “la número uno mundial”.

Los profesionales siguen profundizando en las técnicas de hibridación, aumentando el número de pétalos de las rosas, esculpiendo la forma de su botón, incorporando una gama de colores que incluye inesperados marrones, cobrizos, lilas y verdes, además de variegados y una infinita gama de rosados, rojos, amarillos y blancos cremas.

Los comienzos en España

En España, la atracción por la rosa prendió a principios del siglo XX en Cataluña, con la aparición de obtentores de proyección internacional, como Pere Dot, su maestro, Aldrufeu, Camprubí, Pahissa…

Los descendientes de Dot, sus nietos Víctor, Pedro y Roberto, la tercera generación dedicada a la rosa, mantienen viva la tradición. “Los Rosales Dot se cultivan en secano, con el único riego de la lluvia, y se caracterizan por ser muy perfumados”, dice Víctor Dot. En su vivero de La Palma de Cervellò, en Barcelona, se encuentran clásicos como la rosa ‘President Tarradellas’, “una de las favoritas de la familia”, señala Dot. “La hemos vuelto a sacar porque era una de las más demandadas”.

Aunque la joya de los Dot es la Rosa ‘Sí’, el rosal miniatura más pequeño del mundo, que obtuvieron en 1957 y que ofrece unas rositas de color rosa suave. Actualmente disponen de algunos ejemplares en maceta, aunque aseguran que pronto la tendrán de nuevo en el vivero.

Quién es quién en el mundo de la rosa

La época dorada de la rosa se inició en la década de los años cincuenta. Francia, Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos se disputan la supremacía en la creación y producción de rosas. A la cabeza, la francesa Meilland; Kordes y Tantau en Alemania; Poulsen en Dinamarca; Carruth y Buck en Estados Unidos; David Austin en Gran Bretaña, creador de un grupo de rosas con entidad propia, las Rosas Inglesas. Hay más, pero por producción y número de lanzamientos encabezan el ranking mundial. Sus colecciones se esperan con expectación.

EL NACIMIENTO DE UNA FLOR

Cada año se llevan a cabo miles de fecundaciones artificiales y se recogen miles de frutos portadores de valiosas semillas; se guardan en un banco de progenitores que contiene las variedades no comercializadas cuyos caracteres principales se han de transmitir a las nuevas rosas. Es una tarea minuciosa y compleja: para obtener una rosa nueva se precisan entre ocho y diez años de trabajo y mucha experiencia acumulada.

Generalmente, la rosa elegida como madre transmite los caracteres de vegetación, follaje y vigor a la nueva rosa, y la planta padre proporciona el color y la forma de la flor. Cada cruce busca reproducir las características de los padres mediante la introducción de nuevos genes, potenciando los que determinen unas características positivas y neutralizando otros, no deseables, en una combinación que no haya existido nunca en la Naturaleza.

El proceso sigue este orden:

• Quitar los pétalos y sépalos de la rosa madre y castrar, es decir cortar, los estambres.

• Dejar madurar los granos de polen.

• Fecundar la rosa madre con polen proveniente de la rosa elegida como padre.

• Proteger las flores cruzadas con bolsas para asegurar la pureza de la hibridación.

• Obtener los escaramujos que contienen las semillas que darán lugar a la nueva rosa.

La explosión de las rosas,

Rosales en la terrazas,

La salud de los rosales,


Contenidos relacionados