De octubre a mayo, ¡flores de Cymbidium!
En los invernaderos y salones victorianos, estas orquídeas eran lo más. Los grandes recipientes de porcelana en que se alojaban sus matas rebosantes de esbeltos tallos florales, hacían honor a su origen en los Himalayas y las zonas altas del Lejano Oriente. Más de cien años después, las elegantes cymbídiums siguen imbatibles, no solo por su belleza y abundancia de flores, sino también por su inusualmente largo período de floración.
La cantidad de varas florales, la diversidad de colores de las flores y el tamaño de los ejemplares potencian el efecto decorativo de las cymbídiums. Las macetas deben ajustarse al tamaño del cepellón. Foto: Flower Council of HollandLas abundantes flores de las cymbídiums lucen toda su belleza desde mediados del otoño a mediados de la primavera entre manojos de suaves hojas verdes, largas y acintadas. Surgen a lo largo de esbeltas varas y son muy duraderas: entre seis y 12 semanas si se les proporcionan los cuidados adecuados (te los contamos más abajo). Este año son la planta de interior protagonista de octubre del Flower Council of Holland.
Las flores de las cymbídiums son muy duraderas: permanecen en los tallos entre seis y 12 semanas si se les proporcionan los cuidados adecuados. Las plantas pueden alcanzar entre 25 y 120 centímetros de altura.
Las flores de las cymbídiums son muy duraderas: permanecen en los tallos entre seis y 12 semanas si se les proporcionan los cuidados adecuados. Las plantas pueden alcanzar entre 25 y 120 centímetros de altura.
Las flores de las cymbídiums son muy duraderas: permanecen en los tallos entre seis y 12 semanas si se les proporcionan los cuidados adecuados. Las plantas pueden alcanzar entre 25 y 120 centímetros de altura.
El tamaño de los ejemplares y su impactante presencia explican por qué son consideradas las reinas de las orquídeas. El género Cymbidium agrupa más de 50 especies y cientos de híbridos de gran valor ornamental. Producen numerosos tallos florales guarnecidos de orquídeas blancas, verdosas, amarillas, anaranjadas, rosadas, rojas, púrpuras, amarronadas… de aspecto sedoso y a menudo suavemente perfumadas. En algunos cultivares las flores son incluso bicolores, con listas, franjas o pequeñas manchas. El color del labelo, el pétalo diferenciado que caracteriza a las orquídeas, también varía y siempre destaca por sus atractivos patrones. ¡Pura belleza!
Las plantas pueden alcanzar entre 25 y 120 centímetros de altura y entre 30 y 90 centímetros de diámetro. En los centros de jardinería también se ven espectaculares ejemplares péndulos, cuyas varas cuelgan formando una cascada de flores.
Por lo general se suelen usar como plantas de interior, pero en las áreas libres de heladas (zona 10), como las costas de Granada, Málaga y el litoral atlántico, se pueden cultivar en jardines y terrazas. A pesar de su apariencia exótica son capaces de resistir cierto grado de sequedad ambiental y temperaturas más bajas que otras orquídeas (siempre por encima de 0º, aunque pueden soportar -1º durante periodos cortos). Son nativas de los Himalayas, el Tíbet y las zonas altas (y menos cálidas) de Taiwán, Birmania, Filipinas, Malasia, Borneo y el norte de Australia.
Las cymbídiums crecen muy lentamente: tardan unos cinco años en alcanzar el tamaño necesario para empezar a florecer, lo que las hace muy fuertes y valiosas. Las hojas y tallos florales surgen de pseudobulbos. Sus raíces son terrestres —no aéreas como las phalaenopsis— y disponen de cepellón.
Las cymbídiums se cuidan así
• Luz:
Necesitan mucha luz, pero siempre indirecta. Lo ideal es situarlas en una orientación sur durante el otoño y el invierno, y este el resto del año. Si las hojas se ven muy oscuras significa que les falta luz; si el color es amarillento, les sobra; lo normal es que sean de color verde claro.
• Temperatura:
Viven bien dentro de casa en espacios no calefaccionados, o en invernadero templado (no tropical). Durante el verano y el otoño deben disfrutar de 24-29º durante el día y 10-15º por la noche; durante el invierno, de 18-24º y 7-12º respectivamente. En primavera, una vez que ha desaparecido el riesgo de heladas y ha cesado la floración, conviene sacarlas al exterior, a un sitio luminoso pero fuera del sol directo, para que perciban la diferencia de temperatura entre el día y la noche, caso contrario no reflorecerán en otoño. Se debe esperar a que las flores se abran para devolver las plantas a los ambientes de interior.
• Riego:
No les gusta quedarse totalmente secas. Lo mejor es regarlas por inmersión durante media hora y a continuación dejar que el agua escurra bien para que no se empoce en el fondo del tiesto. Es ideal hacerlo por la mañana, con agua a temperatura ambiente y libre de cal. Precisarán más riego en primavera-verano (una vez a la semana, aunque dependerá de la temperatura y la sequedad ambiental), que es cuando inician su época de crecimiento, surgen los nuevos pseudobulbos y empiezan a formarse las varas, y menos cantidad desde septiembre, cuando ya han engrosado y las flores van a empezar a abrirse. En verano conviene pulverizarlas con agua.
• Abono:
Durante el periodo de crecimiento se recomienda proporcionarles un abono NPK 20-20-20 con microelementos o especial para orquídeas, con la periodicidad y dosis recomendadas por el centro de jardinería.Mientras estén en flor no deberían recibir fertilizante.
• Entutorado y poda de las varas:
Si son muy altas es importante entutorar las varas (se suele usar bambú) para que no se venzan. Se cortan al ras una vez que las flores se hayan caído, ya que solamente florecen una vez.
• Plagas:
El exceso de agua puede dar pie a que haga acto de presencia el moho gris (Botrytis). También es importante vigilar la presencia de las cochinillas cerosa y algodonosa y la araña roja en ambientes muy secos.
• Plantación y cambio de tiesto:
Les gusta vivir en una maceta donde sientan estrechez. Solo cuando lo necesiten —suele ser cada dos o tres años—, porque han colmatado el recipiente y agotado el sustrato, se deben cambiar de tiesto, siempre al acabar la floración. Es también la ocasión de dividir las matas en grupos de tres a cinco pseudobulbos. El nuevo tiesto ha de ser solo un poquito mayor, con agujeros de drenaje, nuevo y limpio, ya que son sensibles a las infecciones bacterianas; no hace falta que sea transparente, aunque esto permitiría observar el grado de humedad de la tierra para saber cuándo regar. El cepellón se debe aflojar y abrir un poquito para desenredar las raíces y favorecer que se extiendan. Se han de eliminar el sustrato viejo y las raíces muertas, que se ven marrones y secas, y respetar las blancas y firmes. Es importante comprimir el sustrato para quitar las bolsas de aire y asegurar un buen contacto con las raíces. Los pseudobulbos no deben quedar enterrados ni podarse las raíces que asomen. El trasplante debe acabar con un riego generoso, con cuidado de que drene bien todo el exceso de agua.