Lirios: arco iris de jardín

El Iris barbata alta o Iris germanica, el lirio azul que empieza a asomar en estos días, aporta una paleta cromática extensa como pocas. El nombre le va que ni pintado: el de la diosa griega del arcoiris, evidentemente por la amplia gama de su colorido floral, el difuminado de los tonos y el salpicado de manchas de color. Pero, además, aporta un agradable perfume. Se trata de una especie muy resistente y fácil de cultivar y cuidar.

En España, los lirios se han asociado siempre a la Semana Santa, con la que coinciden en su floración. En los últimos años se han desarrollado variedades que florecen más tarde e incluso reflorecen.

Como otras variedades de lirios, el Iris barbata alta o Iris germanica parece diseñado especialmente como planta de ornamento y tal ha sido su papel desde muy antiguo. Su belleza también inspiró otros usos esotéricos en Occidente: filtros y pócimas para encontrar o retener el amor. En Japón se ha usado tradicionalmente para espantar a los malos espíritus.

De dos colores en contraste, de tonos degradados, con vetas y manchas, existe una gran variedad de iris. Los rizomas son invasores, por eso hay que plantarlos con bastante espacio libre alrededor.
Pero hay más que poesía en torno a los iris: su rizoma ha servido durante siglos como purgante por su capacidad para irritar el aparato digestivo. Hoy, su esencia aparece en las fórmulas de cosméticos y dentífricos.

Una flor de aspecto sofisticado

Por su morfología, este lirio es una rizomatosa capaz de resistir el frío y la sequía. Sus flores son grandes y perfumadas, con pétalos orientados hacia arriba, sobre sépalos, o alas inferiores, inclinados hacia abajo. El centro de las alas muestra una barba, un mechón amarillento, anaranjado, blanquecino o azulado, según la variedad, que suele contrastar con el tono dominante en el resto de la flor. También es propio de los sépalos el rizado de su borde —a modo de volante de organza— conocido como encrespado. Las flores nacen en grupos de dos o tres ejemplares desde tallos ramificados.

Las hojas responden a un estilo austero que añade otro contraste al barroquismo de la flor: son planas, verde azuladas, en forma de espada, de hasta 40 milímetros de ancho y muy largas.

Variedad de combinaciones

La gracia de sus formas y la complejidad de sus colores convierten al iris en todo un acierto del diseño natural, ayudado por los cruzamientos artificiales que aseguran su impacto decorativo tanto en una solitaria maceta de terraza como en composiciones en jardines y parques.

La generosa lista de variedades y combinaciones cromáticas es una verdadera paleta vegetal para el jardinero. Existen iris bicolores y bitonales (en degradado del mismo color), luminatas (con estrías en las alas de tonos más claros), plicatas (pétalos moteados, veteados o con bordes de colores diferentes al del fondo). El resultado es un extenso catálogo, que varía desde el negro de la ‘Old Black Magic’, a los azules marinos, medios y casi celestes de las ‘Gyro’, ‘Ocean Pacific’ y ‘Aaron’s Dream’, además de diversos violetas: ‘Fashionably Late’, ‘Ruffled Goddess’...

Hay amarillos, como ‘Light Beam’, ‘Pure as Gold’, ‘Tiger Honey’ (con un precioso moteado naranja)... Anaranjados intensos, como ‘Rustler’, o combinados con blanco, como ‘Beach Girl’. Y blancos: ‘Winter Dance’, ‘Mesmerizer’. Rosas: ‘Valentine’s Day’, ‘King Tush’. Y rojos: ‘Red Lion, Toastmaster’. Entre muchos otros.

Tan bello como fuerte

El lirio azul es una planta agradecida para los aficionados a la jardinería con no mucho tiempo libre. Es resistente, aguanta bien tanto la sequía como el frío intenso y florece, según la variedad, durante toda la primavera y el inicio del verano.

El mejor momento para plantar o trasplantar se extiende entre las seis y las ocho semanas después de la floración, es decir, durante agosto, e incluso septiembre y octubre en zonas cálidas. Al comienzo de la primavera puedes comprar las plantas en flor.

Se debe tener en cuenta que las plantas florecen una sola vez, pero el rizoma nutre nuevos brotes, que serán los que florezcan al año siguiente. Tal efecto de multiplicación obliga a plantar cada rizoma con suficiente distancia del vecino para que disfruten de un holgado espacio vital. Si el cultivo se lleva a cabo en maceta, hay que trasplantarlo al menos cada dos años para asegurar un sano crecimiento anual.

El sustrato más adecuado

El sustrato ideal para los iris debe contar con un buen drenaje —los lugares inclinados y con tierra poco arcillosa son propicios a tal efecto—, abundante insolación y un pH próximo a 6,7.

Antes de plantar, se deben liberar las raíces del terrón, cortar las partes más delicadas y el extremo de las hojas en punta de flecha, dejándolas de 20 centímetros. Se sumerge el rizoma medio minuto en una solución de sulfato de cobre mezclado con algas y se deja secar por completo. Es clave enterrarlo a solo un centímetro de la superficie. Después, hay que prensar bien la tierra y regar en abundancia.

En adelante habrá que mantener la humedad, aunque sin empapar, hasta que lleguen los primeros fríos. En ese momento comienza el reposo invernal, pero el iris ya habrá desarrollado suficientes raíces para crecer bien.

Cuando ha perdido las flores, en el verano, la planta reduce su necesidad de agua. Para obtener una rápida floración, si conviven varios iris, es aconsejable plantar los rizomas en posiciones alternas respecto al ápice vegetativo.

Larga vida al iris

Si el invierno es duro conviene proteger el rizoma, al menos en su primer año de vida, con una capa de paja triturada o de cortezas de pino, y retirarla en primavera.

Asegurar una buena salud permanente requiere extraer los rizomas cada tres o cuatro años, dividirlos, extirpar las partes viejas que ya hayan florecido, y volver a plantar después de enriquecer la tierra con compost orgánico.

Se abona después de la floración con un compuesto de harina de huesos y abono NPK 12-12-12.

Para mantener a raya las enfermedades no hay que excederse en el riego. Al menos dos veces por mes en las estaciones lluviosas, se deben rociar las hojas con una solución de sulfato de cobre y algas mezclada con leche para que se adhiera a la planta. Hay que asegurar una buena circulación de aire y un espacio limpio de hojas secas y residuos de la floración.


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