Allium: la música de las esferas (1ª parte)

Las flores solitarias de estos sofisticados parientes de la cebolla y el ajo convierten el jardín en un encantador pentagrama. Redondas como una nota musical, las esferas púrpuras, rosadas, blancas de los allium se elevan en los parterres entre vivaces y gramíneas aportando un delicado punteo cromático. Bien empleados tienen un valor inigualable a la hora de crear unidad, contraste, balance o ritmo dentro de una plantación. Por algo son hoy los bulbos de moda. Puedes plantarlos hasta febrero.

El jardín de grava de Hyde Park en junio, con los Allium ‘Purple Sensation’ como grandes protagonistas, entre gramíneas y Verbascum en flor.

Entre las muchas bulbosas que se emplean en jardinería, el género Allium ocupa un lugar destacado por el valor diferencial que puede aportar a los jardines. A él pertenecen las cebollas, ajos, puerros y cebollinos de nuestros huertos, pero también otras muchas especies y variedades de gran valor ornamental que se encuentran entre los bulbos más útiles y resistentes.

La cabeza floral de los allium puede presentar gran variedad de tamaños y tonos: azul, púrpura, rosado, blanco, amarillo... lo que les permite actuar como una excepcional marca de puntuación en el jardín.
En España estos bulbos no se emplean aún de forma tan generalizada como los tulipanes, narcisos y jacintos, pese a que no es difícil encontrar ejemplos de jardines en otros países, en los que los allium contribuyen de manera fundamental al éxito de una plantación con sus formas, texturas y colores. Por ejemplo el famoso túnel de Rosemary Verey en Barnsley House, donde las esferas púrpuras de los Allium ‘Purple Sensation’ parecen volar hacia las flores colgantes de los Laburnum. O la plantación de Piet Oudolf en Bury Court, donde las flores emergentes de Allium sphaerocephalon y Digitalis ferruginea entre un mar de gramíneas (Deschampsia cespitosa) crean una imagen que ha llegado a ser icónica en el diseño moderno de jardines. También el jardín de grava de Beth Chatto cuenta con una importante variedad de allium, demostrando la rusticidad y elegancia de estos bulbos. Los allium se adaptan a todos los estilos de jardines, pero es en los de estilo naturalista donde en tiempos recientes han encontrado su mayor campo de desarrollo, como demuestran las plantaciones de Nigel Dunnett en el Parque Olímpico y el Barbican Centre de Londres.

Cómo utilizar los allium

La mayoría de los allium ornamentales destacan por emitir una inflorescencia esférica en el extremo de un tallo largo y robusto. Esta cabeza floral, que puede presentar gran variedad de tamaños y tonos —azul, púrpura, rosado, blanco, amarillo—, les permite comportarse como una excepcional marca de puntuación en el jardín. Bien empleados tienen un valor inigualable a la hora de crear unidad, contraste, balance o ritmo dentro de una plantación.

Para que su aportación al jardín sea valiosa hay que tener en cuenta que sus hojas suelen marchitarse en el momento de la floración. Por este motivo los allium deben acompañarse de otras especies vegetales que cubran esta carencia. Pero esparcidos a lo largo de una plantación su aportación de forma, color y textura permite unificar una escena, añadir un ritmo secundario o aportar un contraste imprescindible para acabar con una sensación de monotonía. Así por ejemplo, plantados dentro de una matriz de gramíneas (Deschampsia cespitosa o Stipa tenuissima por ejemplo) aportan ritmo y repetición y al atravesar estas hierbas ornamentales refuerzan su espectacular transparencia. De igual modo son el contrapunto perfecto para las plantas de forma almohadillada, como lavandas, santolinas o festucas que tanto abundan en la jardinería mediterránea.

Pero los allium no siempre actúan como contraste: en ocasiones pueden reforzar el papel de plantas que destacan por la verticalidad de sus espigas florales, como Phlomis russeliana, Verbascum bombyciferum, Digitalis ferruginea o Salvia nemorosa. De igual modo, la esfera de los allium es ideal para balancear la cima floral aplanada de algunas especies como achilleas, hinojos o zanahorias silvestres, como demuestran los recientes jardines de Anna Andreyeva en pleno Moscú.

No todos los allium tienen una inflorescencia esférica. Los Allium siculum, Allium cernuum y Allium carinatum, por ejemplo, presentan una umbela formada por una cascada de pequeñas campanas colgantes. Con ellos se consiguen efectos similares a los de flores esféricas, pero su aspecto mucho más etéreo los hace más adecuados para plantaciones informales o de estilo naturalista. Sus inflorescencias colgantes pueden crear interesantes contrastes de textura al cabecear sobre plantas mucho menos sutiles, como los carnosos Sedum telephium.

Entre estas especies las hay también con flores de tamaño muy discreto, como el Allium moly y el Allium oreophilum, que mezclados con gramíneas como la Sesleria autumnalis o Sporobolus heterolepis pueden crear un efecto mágico al principio de la primavera cuando con su floración dan la impresión de que son las hierbas las que florecen con sus brillantes amarillos y púrpuras.

Fáciles de cultivar

Una importante ventaja de los allium frente a otras plantas bulbosas es la sencillez de su cultivo. Prefieren crecer a pleno sol, aunque algunos, como el Allium siculum y Allium cernuum, pueden crecer en sombra parcial. Dado que no tienen un sistema radicular muy desarrollado se pueden cultivar en tiestos sin problemas. A condición de que se cultiven en un suelo bien drenado, son sumamente resistentes al frío: la mayoría se desarrollan sin dificultad entre las zonas 4 y 8 de rusticidad. No son nada exigentes con la calidad del suelo mientras cuente con buen drenaje, aunque si es muy pobre es recomendable un abonado con un fertilizante rico en potasio a principios de la primavera. Resisten la sequía pero es conveniente no dejar secar el sustrato hasta el momento de la floración, y eliminar los riegos una vez que las hojas se hayan marchitado para evitar el riesgo de podredumbre del bulbo. El olor que desprenden sus hojas y bulbos repele las plagas.

Los allium se puelen plantar desde octubre, aunque enero y febrero son los meses más habituales, a una profundidad de entre tres y cuatro veces el diámetro del bulbo. Acabada la floración, no se desentierran como ocurre con otras bulbosas, y pueden llegar a naturalizarse y repetir su floración año tras año, aunque es importante no dañar las hojas y permitir que se marchiten sobre la planta, ya que en ese proceso estarán alimentando el bulbo que florecerá al año siguiente. Con algunas variedades, como el Allium schoenoprasum, el cebollino (lee la columna de la derecha), puede ser necesario dividir las matas cada pocos años para evitar que la floración decaiga.

Ver 2ª parte.

Miguel Recio,

Arañazos en el cielo,


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