Gato siamés: un Paul Newman felino
El siamés es el arquetipo del gato guapo, cariñoso, juguetón, inteligente y, por si fuera poco, fácil de mantener. Una estrella de profundos ojos azules que solo exige atención emocional.
El gato siamés encaja literalmente en el concepto de animal de compañía y no en el de mascota decorativa. No es raza para personas que vivan solas y pasen largas horas fuera de casa.Quién no se derrite ante esa mirada con luz propia y esas formas elegantes. El siamés es una de las razas que mencionan sin dudar quienes no entienden para nada de variedades felinas, hasta ese punto llega su prestigio. James Dean, Elizabeth Taylor, Clark Gable, Lawrence Olivier, Vivian Leigh, Jane Fonda o John Lennon fueron rendidos admiradores de los siameses.
Le sobran razones estéticas para semejante popularidad: cuerpo estilizado con miembros largos y finos, que confieren elegancia a cada movimiento pausado o enérgico; la cara afilada en cuña, los ojos almendrados y vivaces; una musculatura moderada pero atlética; la contrastada distribución del color con capas oscuras en los extremos de su anatomía: máscara, orejas, cola y finales de las patas, allí donde se concentra menor calor corporal. La cámara lo adora, ¿cómo no?
Carismáticos y gregarios
Pero este actor protagonista destaca sobre todo por el carisma de su carácter. El siamés es una de las razas asiáticas más sociables y con un instinto gregario más desarrollado. Establece unos lazos entrañables con su amo y el resto de la familia, incluidos los niños, y de hecho suelen calificarlo como gato-perro por su costumbre de seguir los movimientos de su humano predilecto por la casa, inspeccionar todo lo que hace, buscar el roce continuo o acurrucarse en el regazo a la menor oportunidad.
A diferencia de la gran mayoría de las razas gatunas, su fina inteligencia admite el adiestramiento en gestos sencillos como atender a la llamada o incluso llevar una correa para pasear por la calle si se le enseña desde pequeño.
Sin embargo, no se trata de un gato con tendencia a la sumisión o a la pasividad de peluche, todo lo contrario. Es inquieto, enérgico, cien por ciento curioso, siempre atento a cualquier novedad en su entorno, y bastante payaso por su tendencia a inventar juegos propios e integrar a los demás en ellos, desde robar calcetines a lanzarse por sorpresa sobre sus dueños. Ahí radica lo más atractivo de su personalidad: por un lado es particularmente afectuoso y empático, y por otro un derroche de energía independiente.
Su sociabilidad también lo hace muy parlanchín y emplea ese característico maullido ronco para reclamar cualquier atención de sus amos. No es raro que algunos adquieran la costumbre de hablar de tú a tú con su siamés.
Vulnerable a la soledad
Por todas estas características, este aristócrata gatuno encaja literalmente en el concepto de animal de compañía y no en el de mascota decorativa. Es muy vulnerable a la soledad: permanecer solo durante horas lo angustia y si no recibe un trato emocional adecuado puede deprimirse seriamente o incluso huir si se le presenta la oportunidad. No es raza para personas que vivan solas y pasen largas horas fuera de casa; sus dueños deben compartir ese mismo perfil siamés.
Claro que también existe una solución intermedia: adquirir un segundo ejemplar para que se hagan compañía mutua hasta el regreso del amo. Los veterinarios recomiendan un congénere de su misma raza porque a veces se muestran recelosos con otros tipos de gatos.
Para compensar esa exigencia emocional, el mantenimiento físico del siamés es muy sencillo: es poco caprichoso con la comida y su sedoso manto de pelo corto, casi sin pelusa, apenas necesita dos o tres cepillados al mes. El resto del tiempo, ¡a disfrutar de la película!