El gato Bengalí: pequeño y sociable leopardo

Combina lo mejor de los dos mundos: curioso, atlético y cazador por su ancestro salvaje; cariñoso, empático y familiar por su cruce con el gato común. Un equilibrio perfecto. El gato Bengalí es un pequeño y noble leopardo con quien compartir la vida.

El gato Bengalí exhibe en su sedosa piel dibujos propios de felinos salvajes como el leopardo, el leopardo de las nieves y el jaguar. Foto: iStock / Andreas Krappweiss

El gato Bengalí casualidad a mediados de los años 60 en Estados Unidos y los criadores no han hecho sino afinar una combinación natural que salió casi perfecta. Gato común (de preferencia el Mau egipcio) con Felis bengalensis, una especie salvaje que habita amplias regiones del sur de Asia.

Tener un gato Bengalí permite disfrutar de un ejemplar de documental, un animal que conserva la magia de lo salvaje. Muchos dueños dicen que se quedan mirándolo durante horas.
Ese equilibrio entre lo mejor de las dos ramas familiares lo convierten en un gato completo como pocos. Los criadores se propusieron un todo en uno: felino muy de compañía pero todo lo contrario a pasivo. Por eso es divertido, travieso, ocurrente, pero también se comporta como un gato peluche. Da rienda suelta a una curiosidad insaciable, pero sabe respetar los límites.

Parece capaz de ir por libre, pero desarrolla un vínculo emocional muy estrecho con sus dueños. Es hiperactivo, pero a su favorito humano lo recibe, despide, espera, habla, busca y sigue por toda la casa para compartir afecto. Es decir, es gato trasto pero sociable, de manada. Y gato protagonista. Desde el primer día se gana ese papel nada discreto. Entrega mucho optimismo y entretenimiento; a cambio requiere otro tanto de atención. Hay que interactuar con él, prestarse como juguete, darle cancha. Aunque se adapta a cualquier entorno, en los jardines se le alegran los genes.

El encanto de lo salvaje

Los criadores destacan su capacidad para seducir a la imaginación humana. Es como tener en el salón un ejemplar de documental, un animal que conserva la magia de lo salvaje. Muchos dueños dicen que se quedan mirándolo durante horas. Su traje de leopardo colabora con esa impresión al igual que su carácter. Posee una estructura ósea y muscular compacta, con las patas traseras especialmente fuertes para cazar al vuelo (como otros gatos salvajes, por ejemplo el serval o el caracal). Sus movimientos son un alarde de poderío controlado o desatado en carreras y piruetas.

También hereda de la selva un perpetuo espíritu explorador. Todo lo husmea, incluidos desconocidos y visitas, sobre todo si sospecha comida. Su apetito es voraz para alimentar semejante ritmo, y antes de recibir su ración los bengalíes suelen moverse de un lado a otro como tigres enjaulados. Será cuestión de insistencia mantenerlo alejado de cualquier cosa que parezca comestible.

Una asombrosa vocación acuática

Más herencias salvajes del gato Bengalí: el Felis bengalensis es pescador y medra a la vera de los ríos, así que su pariente doméstico no pierde ocasión de chapotear o nadar un buen rato. Como en la Naturaleza, cuando beben suelen golpear con las patas la superficie del agua. Sí, es una oportunidad que sus dueños no suelen perderse, eso de compartir un largo e insólito baño con un gato.

Siempre hay que ser suave en la reprimenda porque no tolera la agresividad. El equilibrio de este gato es tan acusado que a veces parece un contrasentido. Es un cazador que no le teme a nada, un espíritu selvático… y al mismo tiempo resulta uno de los gatos más perrunos del mundo. Muchos dueños lo adiestran para que recoja objetos o para pasear con arnés, y él tan feliz. Puede que parezca un gato territorial y de fuerte instinto, sin embargo comparte espacio sin problema y es muy compatible con todo tipo de mascotas, desde gatos y perros a hurones o reptiles. Digamos que el Bengalí es como un niño muy travieso pero muy noble a la vez. Con cariño y mano izquierda será seguro un gran tipo.

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