Sissinghurst Castle Garden, la esencia del jardín inglés
Romántico, lírico y a ratos salvaje, como su principal artífice, la escritora Vita Sackville-West. Un alarde de espacios temáticos y armonías de colores. El jardín más influyente del Reino Unido. Su célebre Jardín Blanco se convirtió en un modelo a seguir.
Para los jardines de Sissinghurst Castle, Vita Sackville-West trazó una estructura en forma de room gardens fuertemente intimista.Sissinghurst es un escenario perfecto para una película sobre la aristocracia inglesa decimonónica, donde la vieja mansión campestre es tan protagonista como los actores principales. La historia del lugar y de sus célebres jardines es, de hecho, una novela romántica, un guión de época.
Compraron la propiedad en 1930 después de que Vita tuviera que renunciar a su inmensa heredad de Knole por su condición de mujer. El objetivo de la pareja, tanto como transformar las ruinas en mansión, era diseñar un jardín al gusto de sus personalidades enlazadas. Aplicaron la filosofía del movimiento inglés Arts and Crafts (artes y oficios), que reivindicaba el encanto de la tradición artesana, del humano intimismo frente a la fría uniformidad industrial que arrasaba Inglaterra.
Por eso siguieron, entre otros preceptos, el de que “el jardín debe estar protegido del mundo exterior”. No solo hacia fuera de la propiedad, sino dentro del mismo jardín, en la sucesión de espacios temáticos: diez garden rooms separados por setos y muros pero enlazados por veredas, prietos en un cogollo de apenas cinco hectáreas. Un microcosmos privado donde muros de tejo japonés (Taxus cuspidata) y de boj impiden las vistas panorámicas y dan la impresión de que el espacio ajardinado es mucho mayor.
Escenario de emociones
Vita, la vital, la romántica, apasionada de la jardinería, declaradamente bisexual (como su marido, con el que compartió 50 años de matrimonio unido por la tolerancia), amante de la escritora Virginia Woolf e inspiradora de su novela Orlando , diseña el jardín como escenario de las emociones y el refinamiento artístico. Espacios de densidad vegetal combinada a veces con disposiciones geométricas en un caos organizado, el vigor de la naturaleza agreste suavizada por la explosión de colores florales. Su esposo, más comedido, de gustos clásicos, añade la racionalidad de los diseños rectilíneos en setos y paseos.
Las ruinas de la vieja heredad isabelina y del castillo medieval les sirvieron de atrezzo. Ancianos muros de ladrillos carcomidos, que amenazan con deshacerse al contacto pero soportan toneladas de hiedras y trepadoras de flor; tramos del antiguo foso de la fortaleza reconvertidos en estanques; venerables árboles centenarios integrados en el cuadro; pequeños senderos de ladrillos y baldosas irregulares; la hierba que crece agreste en contraste con los toques de césped cortado a cepillo en los patios y caminos. Un vergel vitalista en los meses cálidos y un paisaje poético con la bruma del tiempo invernal, quizás su momento más hermoso. La evocación de un ideal literario.
El elemento más visible del jardín es la gran Tower Lawn, resto de la mansión isabelina. Aún conserva el estudio de la escritora, intacto tras su muerte en 1962. Desde su torre, el matrimonio calculaba la estructura del jardín y ordenaba a sus dos hijos los puntos donde clavar las estacas de guía. Antes de cruzar el arco de entrada, un patio flanqueado por un arriate de flores púrpuras; al otro lado, el césped da paso al huerto central donde crecen frutales (manzanos, perales…) que surten al restaurante de la mansión.
Siguiendo los dictados de Arts and Crafts, algunos troncos sirven de peana para que trepen los rosales. Es el espacio más naturalista y misterioso, especialmente frente a los estanques que lo flanquean por dos costados. Allí se yerguen robles antiguos y crecen salvajes las hierbas, moteadas de narcisos.
Paisajes de rosas
La rosa es la especie floral emblemática, la favorita de la escritora por su aroma sutil y la sedosa textura al tacto. Dedicó el jardín más amplio a esta flor en exclusiva, con especies de una sola floración al año. Hoy, las vivaces añadidas prolongan la paleta de colores durante varios meses.
Las rosas también comparten protagonismo en el garden room más famoso de Sissinghurst: el Jardín Blanco, símbolo de pureza, pionero e inspirador de todos los jardines blancos en Inglaterra. Los distintos tonos de blancura floral, entre el más puro y los cremas, resaltan como algodones entre el follaje y los setos geométricos; en su centro, a una pérgola trepan, cómo no, más rosales. Es el paradigma en la combinación de lo formal y lo natural en la disposición de las plantas.
El jardín salvaje del ‘Cottage’
Se considera a Vita la inventora de unas estructuras de mimbre, semicirculares y en espiral, diseñadas para que los rosales trepadores emitan sus flores hacia fuera. En contraste, el vecino jardín del Cottage, junto a una típica casa campesina del sur de Inglaterra, da rienda suelta a la pasión por el colorido caliente con flores de variados tonos amarillos, rojos y naranjas, en plantilla de traje arlequín. Lo presiden cuatro ejemplares de tejo irlandés tallados como obeliscos.
El límite sur está dedicado a un pequeño pero tupido bosque de nogales y avellanos, espectacular durante su floración primaveral —como el huerto frutal con el que linda—, y tapizado de densas, húmedas y verticales colonias de helechos Matteuccia struthiopteris. A un costado, el muro de ladrillos cubierto de glicinias con sus blancos racimos colgantes; del otro, el paseo en suave pendiente, colonizado en toda su extensión por múltiples versiones de rododendros.
El bosque casi salvaje se prolonga y contrasta estéticamente en el Paseo de los Tilos. Esa transición de ambientes y paisajes tan distintos refleja la diferencia complementaria de la pareja. El gusto romántico de Vita por la naturaleza espontánea da paso al único garden room diseñado enteramente por Harold, donde rinde tributo al jardín italiano, rectilíneo, los tilos en orden riguroso y grandes tiestos de terracota. En sus extremos, estatuas clásicas. Vita bromeaba con él sobre el diseño simétrico del paseo: “Parece el andén 5 de Charing Cross” (la estación de trenes londinense).
Un damero de especies aromáticas
Además de humor, fino olfato: el coqueto Jardín de Hierbas, con más de cien especies distribuidas en un tablero de ajedrez, le servía a Vita para retar a sus visitantes. Apostaba a que era capaz de vendarse los ojos y distinguirlas una por una con solo acercar la nariz. En uno de sus rincones se ve un banco de jardín construido con columnas que parecen rescatadas de una antigua civilización. Los mullidos cojines son… hierbas aromáticas. Uno entre los innumerables guiños que sorprenden en este magnifico jardín.