Portrack House, el Jardín de la Especulación Cósmica

El Jardín de la Especulación Cósmica, obra del arquitecto norteamericano Charles Jencks en Escocia, es una monumental metáfora sobre la esencia del Universo, la vida y la materia. Con él regresaba la tradición del paisaje-arte que piensa y hace pensar.

Las colinas y los estanques artificiales semejan conchas de caracol. La espiral, recuerda su autor, Charles Jencks, está presente como estructura fundacional y matemática en la morfología de la naturaleza.

El nacimiento del jardín tiene miga: para Jencks, ni el mundo ni sus sufridos habitantes somos los mismos desde que las teorías científicas han explicado, con mayor o menor acierto, las leyes que rigen la condición de la materia y del cosmos.

En el jardín de Portrack House dominan las formas onduladas y las espirales, que aparecen como patrones matemáticos en los seres vivos y las galaxias. El autor buscó ilustrar las teorías científicas del siglo XX.
El ser humano, dice, pisa más que nunca sobre vacío en cuanto al sentido de su existencia. El autor lamenta también la ausencia de contenidos profundos en el arte contemporáneo, su falta de atención a las consecuencias de ese nuevo conocimiento en la conciencia y el comportamiento de la gente. Pues bien, este reputado teórico norteamericano, que en su día desarrolló el concepto de posmodernidad en arquitectura, predicaba esta vez con el ejemplo y creó un inquietante paisaje que simboliza ese incierto camino hacia la explicación científica del mundo.

El Universo en el paisaje

El resultado es el Jardín de la Especulación Cósmica, considerado como uno de los paisajes más audaces e inquietantes de Europa. El autor lo concibió en 1989 junto con su esposa, Maggie Keswick, una autoridad mundial en paisajismo oriental y especialmente chino. De hecho, ocupa unas 15 hectáreas en Portrack House—región de Dumfries—, la finca familiar de Keswick. Es por tanto un jardín privado, personal, aunque en algunas ocasiones al gran público en fechas específcas.

Según el experto Jacques Bosser, la obra de Jencks recupera la vieja tradición renacentista de ilustrar mediante la naturaleza domada relatos mitológicos y obras literarias, como sucede en el italiano Bomarzo (inspirado en el Sueño de Polífilo) o en el parque de Sanspareil (homenaje a las Aventuras de Telémaco), realizado en Alemania en el siglo XVII.

A Bosser no le cabe duda: el trabajo de Charles Jencks influirá seriamente en los conceptos del paisajismo contemporáneo y de autor. Para entenderlo basta echar un vistazo a los recursos que emplea: casi prescinde de la vegetación tradicional, transforma la topografía mediante maquinaria pesada, crea formas geométricas rotundas solo tapizadas de césped —un guiño a la tradición británica— que aportan un inédito juego de luces y sombras a gran escala; busca el reflejo del cielo sobre el agua, puramente, sin la presencia de árboles.

El sentido teatral de la composición se apoya en esculturas e intervenciones, no exentas de humor, que sirven a las metáforas científicas. Por eso domina claramente la presencia de las curvas orgánicas. Las colinas y los estanques artificiales semejan conchas de caracol. La espiral, recuerda Jencks, está presente como estructura fundacional y matemática en la morfología de la naturaleza, desde una humilde piña a los cromosomas de ADN, y hasta las mismísimas galaxias.

Lo mismo sucede con las formas ondulantes que recrean al solitón, un tipo de onda descubierta por el científico John Scott Russell, que se propaga sin deformarse (el Amazonas es uno de los ríos donde se ha registrado el fenómeno).

Teoría y práctica

Piensa Jencks que el paisaje incita a la reflexión sobre el comportamiento de la materia en los agujeros negros, mediante unos pavimentos ajedrezados que se deforman al ser absorbidos. En este caso, como en todas las teorías que simboliza —la del caos, la de los planos cuánticos, la de la organización de la materia en fractales...—, el arquitecto invitó a investigadores señeros, muchos de ellos amigos suyos, para interrogarles y pedirles que explicaran sus ideas mediante la naturaleza.

Por ejemplo a Martin Reese, que le informó de los nuevos hallazgos sobre la forma curvada del Universo y los agujeros negros, ahora sospechosos de crear y conectar la materia y no solo de fagocitarla en el espaciotiempo. Por eso llama Invisibilia a su blackhole, nombre de mujer, “dada su condición femenina creativa y procreativa”.

Jencks recrea en un estanque la famosa sopa primigenia que da origen al mundo; en el rincón del ADN alude a la muy escéptica teoría del gen egoísta, de Richard Dawkins, que pinta a todo ser vivo como un mero vehículo para la supervivencia de la especie. Dibuja con una escalera en zigzag y progresivamente ensanchada, la épica formación del Universo hasta generar la vida, la eterna tirantez entre la fatalidad y la esperanza. Muestra su fascinación por la teoría de las catástrofes y la cadena de consecuencias que puede precipitar el más mínimo gesto —la que dice que el aleteo de una mariposa en Australia puede transformarse en un huracán del Caribe—, mediante el ondulante camino de listones que finaliza en un puente oriental.

Confunde las perspectivas y la percepción de los sentidos en la caseta mirador del Nonsense (sin sentido). Sugiere, simboliza y cuestiona ya desde la misma entrada al parque, en la puerta denominada Zeroroom. Allí, el visitante atraviesa un pasillo con sucesivos iconos que le ubican, de mayor a menor, desde el Universo a la Vía Láctea, después en el Sistema Solar y la Tierra, y a continuación en el punto exacto de Escocia.

Al final, se abren unos ojos en un panel que conducen la mirada a un majestuoso ejemplar de tejo, árbol sagrado para los celtas. Encima, una enigmática inscripción: IUIUIUIUEYEWEYEWEYEW...: un juego con las palabras eye (ojo) y yew (tejo).

• www.charlesjencks.com/


Contenidos relacionados