Jardines verdes: a mayor gloria de las perennes (1ª parte)

En estos jardines y terrazas todo son formas, texturas, matices... y también sosiego y quietud. Las flores son una anécdota o a lo sumo un destello en un reino siempreverde donde el juego de siluetas y follajes se lleva todo el protagonismo. Minimalistas, contemporáneos, clásicos, incluso barrocos, en clima atlántico, mediterráneo o continental, estos espacios tienen algo en común: la sobriedad, pero sobre todo una estabilidad (casi) inmune al paso de las estaciones.

Todo en verde: bojes recortados en forma de puf, carpes tallados en pirámide y árboles, arbustos y vivaces. Este despliegue formaba parte del Irish Sky Garden que Diarmuid Gavin presentó en el Chelsea Flower Show de 2011.

Elegir una única gama cromática tiene sus ventajas: es menos difícil equivocarse. Y si, además, el número de especies se reduce, mucho mejor: pocas y bien combinadas es una regla infalible. No es sencillo saber mezclar colores y tener controlado el ciclo de cada planta para calcular la coincidencia de floraciones. Sobriedad, sí. Aunque no como sinónimo de un paisaje soso o sin gracia. El desafío está en saber jugar con las formas —la naturaleza es pródiga y el arte topiario, un campo abierto a la imaginación—, con los matices de verde, con las infinitas texturas que ofrecen los árboles y arbustos perennifolios, las herbáceas perennes (vivaces) y, entre estas, las gramíneas, hoy tan de actualidad.

Estos jardines y terrazas verdes solo prescinden del protagonismo de las flores, especialmente las anuales o de temporada. Y decimos bien protagonismo, porque alguna flor se deja ver: blancas, verdosas, amarillentas, o de colores más vivos en pequeñas pinceladas. Y alguna baya también. Aquí el atractivo se confía especialmente a los verdes permanentes de las hojas perennes. Como consecuencia de ello, el paso de las estaciones se nota menos y la estabilidad cromática se sostiene con apenas variaciones a lo largo de los meses: se trata de jardines que se ven bonitos todo el año, pero especialmente los días de invierno bajo la nieve o la escarcha.

Los jardines verdes no excluyen los demás colores. También admiten flores y caducifolias, pero nunca como protagonistas.
En el Chelsea Flower Show celebrado el pasado mayo en Londres, el paisajista Diarmuid Gavin ganó la medalla de oro precisamente con un proyecto de jardín enteramente verde (excepto por los detalles magenta de la estructura de su pabellón flotante, inspirado en la película Avatar). En él (foto de arriba), las bolas de boj (Buxus sempervirens) y alguna que otra de tejo (Taxus baccata) talladas en forma de puf se mezclaban entre 25 estanques circulares con masas de Hakonechloa macra, hierba ornamental que se derrama en forma de surgente, y otras gramíneas de desarrollo vertical. Flores, las de alguna que otra mata de cala blanca (Zantedeschia ethiopica). A modo de telón de fondo se recortaban carpes (Carpinus betulus) podados en pirámide y las gráciles siluetas de unos abedules blancos (Betula alba).

La plaza de Arrikibar

El verde es también el leitmotiv de la isla de naturaleza en que ha convertido la plaza bilbaína de Arrikibar (ver foto pequeña a la derecha) la arquitecta y paisajista María Iza. A su arbolado originario de castaños de Indias (Aesculus hippocastanum) añadió un estrato intermedio de laureles (Laurus nobilis) tallados en pirámide “que juega de manera abstracta con los demás elementos de mobiliario elegidos”, explica. Se trata de lámparas y piezas escultóricas diseñadas por Philippe Starck, autor de la restauración de La Alhóndiga, en cuyo entorno la plaza ofrece una continuidad natural en los dos sentidos de la palabra.

El tercer estrato de plantación está formado por suaves masas de Pleioblastus auricoma y P leioblastus pigmaeus, bambúes enanos (de 70 y 60 centímetros de altura, respectivamente) de diferentes matices de verde, “que responden bien a las condiciones de semisombra, humedad, estética, ligereza y fondo sereno que un espacio con objetos de estas características demanda”, destaca la paisajista.

“Frente a la fragmentación del espacio por la profusión de objetos y estancias se ha buscado crear una envolvente, un telón verde y fresco que lo convierta en un oasis en el centro urbano, acompañado del sonido del agua de la fuente central”.

En los jardines particulares

La sosegada fórmula del jardín verde se aplica también con mucho éxito en la jardinería residencial. Sirva como ejemplo el jardín “diseñado para el descanso y el reposo” por el paisjista Alejandro Caro en un chalet de una urbanización a las afueras de Madrid (foto en la página 7 de nº65). “Se partió de una base muy minimalista para darle sobriedad y diseño a las formas; después se eligieron los elementos de agua para comunicar todas las zonas y así aportar movimiento y sonido. Y, por último, en cuanto a la vegetación, se buscaron especies vegetales verdes de diferentes tonalidades, capaces de desarrollar formas muy orgánicas que integraran todas las líneas en una idea armónica”, señala.

Diseñó las masas de arbustos de tal modo que se desarrollaran con el tiempo volúmenes armoniosos en distintas tonalidades de verde; se tuvo en cuenta la velocidad de crecimiento de cada especie para conseguir esas formas de modo natural sin recurrir a frecuentes podas. Entre los arbustos escogidos destacan: Hebe ‘New Zealand Gold’ y Hebe topiaria; clásicos como Pittosporum tobira ‘Nana’ y Buxus sempervirens ‘Faulkner’, de hojas verde esmeralda; un autóctono de la Península como el Viburnum tinus, en su variedad ‘Eve Price’, de blanca floración primaveral; el pequeño sauce péndulo Salix caprea; Pittosporum tenuifolium ‘Irene Paterson’, de hojas redondeadas blanquecinas que se oscurecen en verano y viran a un tono rosado en invierno (ver ficha); Salvia farinácea , una aromática de espigas florales de color violeta, y Agapanthus umbellatus, de flores azules.

Y es que en un jardín verde los demás colores no tienen por qué estar ausentes: hay flores, aunque sin un papel principal, como hay caducifolias de espléndido otoño. Caro plantó en este jardín arces como el Acer x freemannii ‘Autum Blaze’ y Acer palmatum dissectum ‘Viridis’, de porte en cascada; un carpe blanco columnar (Carpinus betula ‘Fastigiata’), un tilo plateado (Tilia tomentosa), un roble fastigiado (Quercus robur ‘Fastigiata Koster’, amén de un limonero (Citrus x limon).

“Para dar movimiento y contraste de texturas” ha echado mano de gramíneas de distintas tonalidades verdes: Miscanthus sinensis ‘Stricta’, Pennisetum alopecuroides ‘Hameln’, un cultivar que semeja una pequeña fuente; Festuca glauca ‘Silbersee’, mata compacta de color azul plateado; Carex ‘Evergold’, de hojas verdes con banda central amarilla, Carex dipsacea, cuyo follaje se vuelve rojizo durante los meses fríos, y matas de Ophiopogon jaburan.

Jardines verdes: a mayor gloria de las perennes

Ver (2ª parte)

• Un jardín bonito todo el año,

• Jardines de sombra,

• Entrevista con Diarmuid Gavin,


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