El jardín mediterráneo, sabiduría de vida
Es un jardín de aromas: azahar, romero, lavanda, jazmines, resina de pino, rosas… Un jardín lleno de sonidos: murmullo de fuentes, rumor de mar, cigarras… Un jardín radiante de luz. Un jardín sostenible. Un privilegiado espacio para ser vivido gran parte del año: el clima ayuda y los patios de siempre y las terrazas de ahora invitan a disfrutarlo en el mismo corazón de la ciudad.
Las especies adaptadas al clima mediterráneo ofrecen mucha belleza a cambio de poca agua.Así como la dieta mediterránea ha sido redescubierta como la forma ideal de alimentación, el jardín mediterráneo revalida hoy su vigencia como una de las formas más sabias de jardinería por su carácter sostenible y su adaptación a la sequía. Especialmente en un país como España donde, a excepción de la Cornisa Cantábrica, el área de los Pirineos y las Canarias, todo el territorio puede considerarse mediterráneo, marcado por una escasez de lluvias que exige un compromiso ético de responsabilidad con el medio ambiente. El cambio climático obliga.
Existe un clima mediterráneo marítimo, donde la sequía típica del verano tiene como contrapeso la moderación de las temperaturas y la humedad que proporciona el mar. Y un clima mediterráneo continentalizado, donde la vegetación debe soportar veranos muy calurosos y secos e inviernos muy fríos y heladores (ver recuadro de abajo). Según estas condiciones climáticas, en las costas del Mediterráneo se pueden cultivar gran parte de las plantas que crecen en un jardín continental, pero también muchas otras que bien podrían vivir en un clima subtropical —eso sí, sin grandes pretenciones de humedad ambiental, lluvias generosas o tierras muy ricas—, como palmeras, naranjos y limoneros, hibiscos, buganvillas, muchas especies de jazmines, lirios, alhelíes, claveles, dondiegos, lantanas… entre tantas otras.
Oriundas y aclimatadas
Pero empecemos por las plantas. Muchas de las que hoy forman parte del paisaje mediterráneo no son oriundas de las tierras que circundan el Mare Nostrum. Algunas provienen de lugares muy lejanos e incluso con condiciones climáticas muy diferentes. Es el caso de los naranjos, limoneros y mandarinos, cuya flor de azahar llena de perfume la Semana Santa andaluza o de los jazmines que perfuman las noches de verano, oriundos del Lejano Oriente y llegados con los árabes (el Patio de los Naranjos de la mezquita de Córdoba es considerado el jardín vivo más antiguo de Europa). Es el caso de las gitanillas y geranios, tan típicos del imaginario mediterráneo y sin embargo originarios de Sudáfrica. O la buganvilla, que fue descubierta en Brasil en el siglo XVIII, y otras americanas como la lantana (Lantana camara), dondiego de noche (Mirabilis jalapa), árboles como el palo borracho (Chorisia speciosa) y el magnolio (Magnolia grandiflora), y palmeras como la Washingtonia robusta. Y tantas suculentas. Tienen en común que se han adaptado a la perfección a las condiciones climáticas mediterráneas, ya sea por su propia capacidad o porque provienen de otras regiones de clima mediterráneo del mundo: la del Cabo, en Sudáfrica; California y México; el sur y el sudoeste de Australia, y el centro de Chile.
Bajo estas premisas se han seguido incorporando especies del chaparral californiano, como el Fremontodendron californicum , de preciosas flores amarillas (ver ficha ). O australianas como el Callistemon citrinus, o limpiatubos (ver ficha ), al que Joan Buch suma el Anizoganthos flavidus, una vivaz de curiosas flores rojas, llamada también pata de canguro (ver ficha ), y arbustos como las grevilleas. Y las numerosas margaritas (Asteráceas) surafricanas que menciona Oriol Batlle, gerente del centro de jardinería Batlle, de Premià de Mar, Barcelona: “Arctotis, Euryops, felicia o Agathea, Osteospermum, nuevas variedades de gazanias”. Y “la Polygala myrtifolia, de larga floración”, entre los arbustos del Cabo.
Aromáticas, gramíneas y más
Sin embargo, si ha habido una tendencia en alza en los últimos años ha sido “el uso de plantas aromáticas, culinarias y medicinales”, señala Batlle. “De todas ellas, las tres principales, lavándulas, romeros y tomillos, son plantas con gran respuesta en jardines y climas mediterráneos”.
Joan Buch, por su parte, cita entre las incorporaciones más recientes distintas especies de gramíneas, los últimos grandes fichajes de la jardinería, como Miscanthus, Pennisetum, Melinis. Además del decorativo Phormium, o lino de Nueva Zelanda.
Las distintas variedades de dipladenia, también llamada mandevilla, una trepadora con flores en forma de campana de color rosa vivo, es una de las estrellas de Vivero Las Fresas, de Almería, y otra de las rutilantes recién llegadas a la jardinería mediterránea. “En el Mediterráneo produce flores todo el año”, afirma su directora, Antonia Salmerón. Oriol Batlle recomienda plantarla en Barcelona al abrigo del viento norte, y cita más trepadoras para descubrir: las australianas “Hardenbergia comptoniana, de floración azul invernal, y Pandorea jasminoides, de la familia de las populares bignonias”, de flores blancas.
Nuevas variedades de hibiscos, y el Adenium, una planta de flor de curioso tronco, adaptada al clima seco —tanto que se llama rosa del desierto—, completan las novedades que destacan en Vivero Las Fresas. Sin embargo, “encinas, madroños, olivos y adelfas se siguen usando mucho en la obra pública”, asegura Batlle; “en cambio, ha bajado el uso del pino piñonero”.
En la jardinería privada, “dada la disminución del espacio dedicado a jardín, se utiliza mucho el olivo, los cítricos y ha habido una ligera renovación en setos, trepadoras y arbustos en general”, añade. En setos, “para sustituir al enfermizo ciprés han surgido la eugenia, una mirtácea, y el Viburnum lucidum. También las zonas de céspedes disminuyen y se cambian por gramas, áridos, pavimentos, céspedes artificiales...”.
En Almería, xerojardines
En Almería, donde el clima mediterráneo se vuelve subdesértico, con temperaturas cálidas y escasas precipitaciones, sobre todo en la costa (características que comparte con Murcia y la Vega Baja y la Huerta de Alicante), la jardinería saca partido de “echeverias, cactus, diferentes variedades de crasas y el aloe vera , que al fin y al cabo es una planta que existe de forma natural en la provincia”, señala Antonia Salmerón. Las agaváceas completan el repertorio.
El Mediterráneo (sub) tropical
El polo opuesto se halla en las costas de Málaga, Granada y parte de las de Cádiz, con unas temperaturas suaves, ausencia de heladas, humedad ambiental más alta, e incluso mayor pluviosidad en el extremo occidental por influencia oceánica. A esto se añade el efecto del relieve en la formación de microclimas. Este clima mediterráneo tan benigno permite cultivar al aire libre plantas de origen tropical y subtropical. Un magnífico ejemplo es el Parque de la Concepción, en Málaga, un botánico que guarda una colección de ficus y araucarias centenarios, medio millar de palmeras de cien especies distintas —desde datileras a esbeltas Washingtonia filifera y Butia yatay, kentias, livinstonas, chamaedoreas y arecas—, once tipos de baobabs (Adansonia), ceibas, mangos, pero también acacias, falsas acacias y frangipanes. Y un frondoso sotobosque de Monstera deliciosa, bambúes, chefleras, esparragueras, helechos, alocasias y bromelias, además de cicas, dragos, seis especies distintas de jazmines —desde el J. azoricum al de Arabia (J. sambac) y el llamado mandarino (J. simplicifolium), procedente de Australia y las islas del Pacífico Sur—, Strelitziae reginae y S. nicolae, ocho tipos distintos de hoyas de preciosas flores de cera, acalifas y daturas... En este despliegue no faltan una notable colección de vides y espectaculares glicinias, bignonias y pasifloras. Un vergel tropical en forma de jardín romántico, donde inspirarse.