Jardín Majorelle: un edén en Marraquech

El Jardín Majorelle, recuperado por el modisto Yves Saint-Laurent y Pierre Bergé, es un paisaje botánico diseñado para el reposo de un pintor y su inspiración artística, la evocadora materialización del oasis oriental, frondoso de palmeras, cactus, flores, trinos de pájaros y rumor de agua.

En la mejor tradición hispanoárabe, en el Jardín Majorelle el agua está presente en estanques y fuentes. Entre buganvillas, cactus y plantas tropicales, las macetas pintadas de azul Majorelle aportan una identidad propia.

Pequeña gran joya de apenas una hectárea de extensión, el Jardín Majorelle se ha convertido en uno de los mayores reclamos de Marraquech. Más de 200.000 personas visitan cada año este rincón sosegado y paradisíaco, fruto de la sensibilidad artística y la pasión botánica del pintor francés que lo creó allá por los felices años veinte: Jacques Majorelle.

Creado en los años 20 por el pintor Jacques Majorelle, en este jardín abundan las audacias cromáticas, así como una gran colección de cactus y palmeras, cuya presencia evocadora se asocia con el salvador oasis en el desierto.
De hecho, el jardín es una especie de cuadro tridimensional y multisensorial, un juego de formas y colores entre la arquitectura, el diseño paisajístico y la combinación de especies mediterráneas y exóticas. Todo ello aderezado con la presencia constante del agua, de clara reminiscencia hispanoárabe, y la colonia de aves que lo habitan: cigüeñas, halcones, mirlos, petirrojos, currucas, papamoscas, carboneros... Es pues un refugio del cruce de culturas, arte, flora y fauna, en el tumulto de la ciudad marroquí.

La inspiración de un pintor

Claro que también se puede materializar el concepto de edén orientalista en la mente occidental. Majorelle pasó allí sus mejores años y le reconoció a su jardín el poder de inspirarle los colores para sus obras.

Durante los años ochenta, en pleno abandono del lugar, otro ilustre francés llegó y repitió la historia: el modisto Yves Saint-Laurent. Junto con Pierre Bergé, adquirió la finca para salvarla in extremis de la especulación urbanística y comenzó un concienzudo proceso de restauración para cumplir los deseos de Majorelle y mantenerlo abierto al público, en gran parte europeo.

Saint-Laurent rebautizó la finca Villa Oasis. Tal ha sido siempre el objetivo del jardín: lograr un aislamiento físico y espiritual para la contemplación y el placer de los sentidos. Lo logra con recursos que los árabes tomaron prestados de los bizantinos —y estos de los romanos—, tan profusamente usados en sus palacios andalusíes. Canales, estanques y fuentes por doquier, conjuntos abigarrados de plantas y también ordenadas composiciones, juegos de luces y sombras, la explosión contrastada de colores cálidos y vivos...

El conjunto se organiza en torno a una pieza central, el atelier de 1931, de estilo moderno, donde Majorelle trabajaba y que hoy alberga la colección de arte islámico de Yves Saint-Laurent-Pierre Bergé. Todo él está pintado del color que define a este jardín: el azul cobalto que restalla a cada paso en los tiestos, por los senderos y los edificios. Azul Majorelle llaman a este dulce tono añil claro que juega con los ocres rojizos de los muros, con los verdes turquesa o los amarillos de los ventanales y maceteros estratégicamente situados y, por supuesto, con las flores y el follaje de las plantas.

Diferentes áreas botánicas

De ese espacio central parten senderos hacia las diferentes áreas botánicas, organizadas alrededor de una fuente geométrica o bien un estanque de aspecto silvestre. Cada espacio tiene un perfil paisajístico que aguarda como una sorpresa: un camino lleva a un jardincillo de cactus sobre grava, otro conduce a un inesperado rincón japonés poblado de bambúes, o a un palmeral con especies de cuatro continentes que nunca se verían juntas en la naturaleza; aquel a un estanque tapizado de nenúfares junto a un quiosco de trazos déco.

Aunque la abundancia de especies permite calificar el Jardín Majorelle de parque botánico, como quería el pintor, los cactus adquirieron una gran importancia, pero sobre todo las palmeras, por su presencia evocadora, su asociación con el salvador oasis en el desierto y la promesa de sombra, alimento y, en consecuencia, de paz.

La restauración, en la que también participó el sentido decorativo y estético de Yves Saint-Laurent, supuso una reconstrucción histórica de los gustos y los propósitos de Majorelle. Hasta se repasó su correspondencia privada para recopilar todos sus comentarios sobre el sentido y la organización de su querido oasis.

Un consejo: el momento ideal para visitarlo es a la caída de la tarde, cuando la afluencia de visitantes es mucho menor y se puede disfrutar del frescor y la luz incendiaria del ocaso sobre el telón de fondo del Atlas.

•  www.jardinmajorelle.com


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