Frutales en espaldera: abanicos de flores y frutos

El cultivo de frutales en espaldera es una antigua práctica agrícola que no solo ofrece un bello despliegue bidimensional de frutos al alcance de la mano, sino también de flores en primavera y hojas doradas en otoño. Manzanos, perales, ciruelos y naranjos pueden crecer así en espacios pequeños.

En una espaldera exenta, el frutal se convierte en primavera en un biombo espectacular, en este caso en forma de palmeta. Abajo, peras madurando contra un muro en espaldera en forma de T horizontal.

El proceso de formación de un árbol un árbol en espaldera supone controlar su crecimiento y dirigirlo para que se expanda en dos dimensiones. Para ello se utiliza como soporte un muro, una estructura de alambres, un enrejado o una valla. Guiar los frutales en espaldera brinda la posibilidad de crear verdaderos abanicos y pantallas de flores y frutos en el jardín.

El cultivo en espaldera permite tener frutales en espacios reducidos: jardines y huertos pequeños donde sería imposible mantener un árbol con su porte y dimensiones naturales.
La multitud de diseños básicos que existen ofrecen una enorme variedad de posibilidades ornamentales, desde las más sencillas y parecidas al porte natural del árbol, hasta las más caprichosas y creativas. Pero, además, el cultivo en espaldera añade la ventaja de que permite tener frutales en espacios reducidos: jardines y huertos pequeños donde sería imposible mantener un árbol con su porte y tamaño naturales. Al cultivar los árboles en dos dimensiones se consigue además una buena aireación e insolación, lo que beneficia la producción de fruta y previene enfermedades causadas por hongos.

En climas templados se suma la ventaja de que un frutal en espaldera sobre un muro orientado al sur absorberá mayor cantidad de luz y gozará de más calor durante la noche, consiguiendo de esa manera adelantar y alargar la temporada de fruta.

Qué especies se pueden usar

Pueden ser cultivadas en espaldera la mayoría de las especies y variedades de frutales, aunque los que mejor se prestan a este tipo de formas artificiales son los manzanos y perales. Los frutales de hueso, como ciruelos, cerezos, melocotoneros, albaricoqueros, tienen el inconveniente de que son sumamente sensibles a las podas intensas, pierden mucha savia y enseguida pueden presentar problemas de gomosis.

Conviene elegir ejemplares injertados sobre patrones enanizantes, es decir, sobre patrones que resten vigor a la planta: interesa poder mantener el frutal en un tamaño manejable. Un crecimiento demasiado vigoroso obligaría a podas más drásticas. Las especies de mayor desarrollo deberían reservarse para espalderas de mayor tamaño y formas más libres.

También se pueden cultivar en espaldera granados, naranjos (en los Reales Alcázares de Sevilla se ven algunos), higueras, olivos... e incluso plantas puramente ornamentales como Cotoneaster, Pyracantha, Photinia... Las posibilidades son innumerables.

La importancia de la poda

Las formas desarrolladas en dos dimensiones son artificiales para cualquier árbol que, de manera natural, tenderá a recuperar su tridimensionalidad. La poda de los frutales en espaldera es bastante laboriosa tanto a la hora de guiar las ramas en la dirección deseada como a la de mantener las formas ya conseguidas.

A esto hay que añadir la poda de fructifcación propia de cualquier frutal y los trabajos de instalación de estacas, alambres, tensores, etcétera, que han de soportar la estructura del árbol. Todos estos aspectos hacen que esta técnica sea menos asequible para el jardinero novato. Se requiere cierta experiencia antes de lanzarse a cultivar frutales en espaldera, pero con ganas y empeño los resultados pueden ser espectaculares.

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