Cultivar tomates en maceta
Aunque el tomate llegó como ornamental cuando lo trajeron de América los conquistadores españoles en el siglo XVI y no empezó a consumirse de forma habitual hasta casi dos siglos después, hoy en día se ha convertido en la hortaliza más popular y difundida del mundo. Y en una de las más fáciles, y productivas, si se cultiva en maceta en una terraza o un patio. El premio: el sabor de un fruto madurado en la planta.
Los tomates Cherry son una variedad ideal para cultivar en espacios pequeños. Abajo, la tomatera a los 65 días.Cuentan que su color, rojo sangre, fue el responsable de que en Europa se resistieran a su consumo. De hecho, las variedades amarillas fueron las primeras en formar parte de nuestra dieta (por algo en Italia el tomate se llama pomodoro). Sin embargo, enseguida se convirtió en el rey de la mesa y del huerto.
El tomate (Solanum lycopersicum y Lycopersicon esculentum) es una solanácea rastrera que produce flores amarillas y frutos diversos en tamaño y forma, generalmente rojos, aunque los hay de tonalidades amarillas, rosadas, verde oscuro.
De cara al cultivo, la clasificación se reduce a dos tipos: determinadas, o de crecimiento limitado, e indeterminadas, de crecimiento ilimitado. Se cultiva a partir de semillas o de planteles (o plantones), y en ambos casos da buenos resultados.
Por planteles
Si se cultivan a partir de planteles, se plantan desde marzo en zonas de clima suave. En las más frías conviene esperar hasta abril si se van a plantar sin protección. Necesitan unos 40-50 centímetros de separación para crecer.
Si el clima es favorable, a partir de los dos meses del trasplante es posible empezar a obtener frutos. Y la recolección puede durar todo el verano, hasta que llegue el frío. Eso sí, “las variedades sembradas de forma temprana son más lentas a la hora de producir”, señala David Giné, experto de Semillas Batlle.
Por semillas
Si se opta por la siembra, debe realizarse desde finales de enero y siempre en semillero protegido, con máxima iluminación y manteniendo una humedad constante pero sin excesos.
Una serie de medidas básicas mejoran los resultados: “Sembrar a medio centímetro de profundidad en una bandejita perforada (para que el agua no se acumule en la base) rellena de turba; humedecer y guardar en un lugar cálido hasta el inicio de la germinación. Luego, sacar la bandeja al exterior, al sol, cubriéndola con un cristal a modo de invernadero, y meter en casa durante la noche”, explica Salvatella. Solo queda “trasplantar cuando las plántulas tengan 4-5 hojas”.
Cómo se cuidan
La temperatura óptima para su desarrollo oscila entre 20 y 30 grados durante el día y entre 1 y 17 grados por la noche; por debajo de 10 grados la planta no crece. Exige luz solar —en sombra la producción se resiente— y buen drenaje. El riego es clave tras el trasplante. Una vez bien establecida la planta conviene “dejar secar el sustrato entre riegos”, recomienda Giné. Respecto al abonado, hay que mantenerlo durante toda la etapa productiva.
Solo serán precisas dos tareas más: el entutorado y la poda. Se pueden utilizar cañas o palos como tutores, a los que habrá que atar los tallos. La poda consiste en eliminar los brotes laterales para dejar una o dos guías —tallos principales— por planta. “De ese modo se consiguen mejores frutos, más grandes, y una producción más adelantada”, apunta Íñigo Clemente, experto de Semillas Clemente.