Cultivar un huerto ecológico

Conlleva la rotación de los cultivos para aprovechar mejor los nutrientes de la tierra, el uso de abonos naturales y, sobre todo, el control de las plagas y malas hierbas sin recurrir a productos químicos. El huerto ecológico recupera técnicas olvidadas en busca de productos más saludables. Implica un mayor respeto al medio ambiente.

En terrenos poco fértiles conviene crear cajones de cultivo de unos 20 centímetros de alto con sustrato adecuado para plantar. Las judías verdes (abajo), como todas las legumbres, fijan el nitrógeno al suelo.

Respetar el desarrollo natural de cada planta y prescindir del aporte de productos químicos son conceptos clave en el huerto ecológico. Pero esto no implica que no haga falta enriquecer la tierra, ni que las plantas estén libres de los ataques de insectos u hongos; se trata de que nuestra actuación dañe lo menos posible al resto del ecosistema. Para ello es importante que las hortalizas crezcan en una tierra rica en nutrientes, no efectuar tratamientos preventivos, ni considerar una plaga la visita de un insecto.

Si el huerto es de nueva creación, lo primero a considerar es su tamaño. Se recomienda que el espacio que se va a dedicar a huerta lo formen cuarterones de 1,20 x 1,20 metros, lo que facilita el acceso a las plantas sin pisar nunca las zonas de plantación. Entre estos espacios se mantendrán caminos de un mínimo de 60 centímetros de ancho. Es recomendable comenzar por un huerto pequeño e ir ampliándolo en años sucesivos.

Un huerto necesita recibir al menos ocho horas de sol al día y contar con un buen suministro de agua. La rotación permite aprovechar al máximo los nutrientes del suelo.Dónde ubicar el huerto

La ubicación es un aspecto muy importante. Un huerto necesita recibir al menos ocho horas de sol al día y no estar cerca de árboles ni de muros que impidan el soleamiento de las plantas. Para ello se observará el recorrido del sol a lo largo del día en la zona elegida, anotando cuándo comienza y termina de alumbrar, especialmente en los meses de primavera, verano y principios de otoño, época en la que la mayoría de las plantas hortícolas alcanzan su desarrollo completo. Si el lugar elegido está muy expuesto a fuertes vientos, las plantas y en especial las más jóvenes pueden secarse con facilidad. En ese caso, conviene proteger la zona con una valla de unos 45 centímetros de altura y vigilar especialmente el riego.

Agua para el riego

Un aporte de agua de forma continuada al huerto es imprescindible en primavera y verano, especialmente para todas las semillas recién sembradas y los plantones que se acaban de trasplantar. Es importante, por lo tanto, pensar en la facilidad del suministro de agua a la hora de decidir la ubicación del huerto.

Preparar el suelo

Una tierra rica en nutrientes y materia orgánica es básica para el cultivo de plantas sanas y fuertes. Si el análisis del sustrato indica que es arcilloso o arenoso, deberás enmendarlo (ver más abajo). El mejor momento para preparar el suelo del huerto es en otoño. Se mejora su estructura y se deja reposar durante el invierno.

Los nutrientes que las plantas necesitan para su correcto desarrollo son tres: fósforo para la formación y de las raíces; potasio para el correcto crecimiento de frutas y flores, y nitrógeno, el más importante, para el desarrollo de tallos y hojas. Como abono ecológico se aceptan varios tipos: humus de lombriz, mantillo (debe estar perfectamente descompuesto) y preparados ecológicos que se venden en los centros de jardinería. Pero también se puede aplicar compost casero. La tendencia es no utilizar turba para mejorar la estructura del suelo, ya que las turberas se están agotando por exceso de explotación.

Para preparar el suelo lo primero es retirar todas las malas hierbas que haya en la zona elegida. A continuación se debe cavar hasta una profundidad de 20 centímetros, desterronando y eliminando las piedras y raíces que vayan apareciendo. Seguidamente se añade la materia orgánica, el humus y la arena que fuera necesaria, y se mezcla para incorporar estos elementos al suelo. Así, en la época adecuada, se podrá proceder a la plantación.

Jardineras sobre la superficie

Si el terreno disponible fuera muy poco apto para el cultivo, se pueden organizar jardineras sobre la superficie, colocando tablones de madera de al menos 20 centímetros de alto, que contengan la tierra adecuada para plantar. Las jardineras de obra más altas, de unos 70 centímetros, resultan muy cómodas para la plantación, especialmente para personas mayores o con problemas de movilidad.

El momento de sembrar

La siembra se suele llevar a cabo en primavera, una vez pasado el riesgo de heladas, con semillas de producción ecológica que venden en los centros de jardinería. Según el tiempo que tarda en desarrollarse cada hortaliza se irá sembrando, por ejemplo cada 15 días, para secuenciar las épocas de producción al máximo, y siempre respetando la rotación de cultivos (ver columna de la derecha). Muchas semillas se pueden sembrar directamente en la tierra; otras, en cambio, deberán semillarse en tiestos y, cuando las plantitas tengan al menos cuatro hojas, trasplantarlas a la tierra con el cepellón de raíces que hayan desarrollado. En los centros de jardinería puedes encontrar plantones de diferentes hortalizas.

Control de las malas hierbas

Una tarea constante en el huerto es mantener las malas hierbas a raya. Conviene retirarlas a mano antes de que granen o echen flor; si se hace periódicamente, cada vez aparecerán menos. Una plantación más apretada impide que las malas hierbas se desarrollen por falta de luz, siempre que la hortaliza tenga su espacio. Los herbicidas químicos están prohibidos en un huerto ecológico.

Las plagas, a raya

Del mismo modo, las plagas en los cultivos ecológicos se combaten sin pesticidas. Por lo general, el método consiste en atraer a los depredadores naturales de los insectos dañinos. Plantas con mucho néctar y perfumadas atraerán a pájaros y a insectos beneficiosos que se encargarán de mantener controlados a pulgones, babosas, mosca blanca… Un buen chorro de agua puede echar a los pulgones instalados en los brotes jóvenes y capullos, sin estropear la planta. Las mariquitas, y en especial sus larvas, son verdaderas devoradoras de pulgones.

Entre los pájaros conviene atraer a los herrerillos, colocando para ello un recipiente con agua para que se bañen. Las tijeretas son insectos que comen los capullos florales. Durante el día duermen, de modo que sacudiendo las flores, caerán al suelo, donde se pueden pisar. Una trampa eficaz es colocar un bote tumbado con cerveza en el fondo; esto las atraerá durante la noche y permitirá retirarlas al día siguiente.

Los caracoles y babosas son muy dañinos para las plantitas tiernas. Atacan por la noche y durante el día se esconden en sitios húmedos como la base de los tiestos o debajo de las piedras y trozos de madera. La trampa del bote con cerveza también funciona, lo mismo que rociar con sal a las babosas, o colocar cáscaras de huevo troceadas alrededor de las hortalizas jóvenes para disuadirlas. Otro depredador natural de estos nemátodos son las ranas y sapos. Tener un pequeño estanque cerca de la huerta favorece la presencia de estos anfibios.

Perfumes que ahuyentan

Otro truco para ahuyentar a ciertos insectos dañinos es echar mano de algunas plantas de fuerte olor. Es el caso de los tagetes, que se usan como repelente de insectos, en especial la mosca blanca. Es aconsejable plantarlos cerca de las tomateras y los pepinos, que son muy propensos a ser atacados por esta plaga. Las raíces de los tagetes también son olorosas y ahuyentan a los nemátodos del suelo. Otras plantas que impiden la presencia de plagas son los geranios de olor (género Pelargonium) y la fragante albahaca. Plantar juntas cebollas y cebollinos las hace más fuertes debido a su olor, que repele a la mosca de la zanahoria.

Azufre para los hongos

Pero son las enfermedades producidas por hongos las más comunes en el huerto. Se combaten fumigando con una solución de azufre o con ciertos preparados ecológicos que se adquieren en los centros de jardinería. El mejor método para mantener la huerta sana es, sin embargo, vigilar, prevenir y atajar el problema en el momento de su aparición.

¿SUELO ARCILLOSO O ARENOSO?

• Un suelo arcilloso

retiene el agua, es pesado y, cuando se aprieta con la mano, se hace una bola. Su textura fina impide el drenaje, lo que puede producir encharcamientos y la podredumbre de las raíces por asfixia. En veranos cálidos y secos se compacta y se convierte en un suelo muy duro que impide el acceso de las raíces al oxigeno. Las semillas prosperan con dificultad en ellos, por lo que conviene germinarlas en macetas y luego trasplantarlas. Su estructura se enmienda mezclándolos muy bien con arena para hacerlos menos pesados y materia orgánica para esponjarlos y enriquecerlos. La ventaja de los suelos arcillosos es que contienen muchos nutrientes.

• Los suelos arenosos,

por el contrario, son ligeros y se deshacen cuando se cogen con la mano; de textura gruesa, se pueden apreciar los granos de arena. Permiten que el agua pase con facilidad, llevándose los nutrientes. Se calientan rápidamente con el sol y se secan con facilidad. Necesitan ser abonados y regados con regularidad, y exigen un aporte importante de materia orgánica en el momento de prepararlos. Las semillas germinan fácilmente en ellos.

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