Bajo el parasol de los helechos arborescentes

La presencia de helechos arborescentes en un jardín evoca una atmósfera de lugares y tiempos remotos. Últimamente, estas arquitectónicas plantas se han convertido en las estrellas de los jardines protegidos y umbrosos, en Londres... o la sierra de Madrid. A pesar de su aire tropical, dicksonias y cyatheas soportan (razonablemente) el frío.

Los grandes ejemplares de Dicksonia antarctica cumplen un papel principal en este frondoso patio de El Escorial, en compañía de bananos, palmeras, bromelias y orquídeas.

En su viaje alrededor del mundo, el padre de la Teoría de la Evolución, Charles Darwin, se declaró impresionado por la majestuosidad de los helechos arborescentes y el verde brillante de sus magníficas y elegantes frondas. El naturalista inglés no fue ajeno a la fiebre por los helechos que, junto con otras plantas exóticas, recorrió la Inglaterra victoriana llenando el país de colecciones de plantas, jardines botánicos e invernaderos de hierro y cristal. Ese gusto por los helechos o pteridomanía generó las llamadas ferneries (del inglés fern, helecho), colecciones de estas fastuosas plantas.

La especie de helechos arborescentes más conocida y más cultivada por su adaptabilidad y resistencia es la Dicksonia antarctica. Es de lento crecimiento (2,5 centímetros al año) y pueden ser trasplantadas con facilidad.
Hace poco más de un año, el paisajista Tom Stuart-Smith, ganador de ocho medallas de oro en el Chelsea Flower Show, revalidó el interés por los helechos arborescentes con el curioso jardín prehistórico que ha creado en Londres, en un pequeño patio de The Keeper’s House, en la Royal Academy. El espacio, rodeado de altos muros de ladrillo gris y con escasa luz natural, no fue sino “un satisfactorio desafío” para el paisajista. No dudó en elegir ejemplares de Dicksonia antarctica, que ya había utilizado hace unos años como protagonistas del jardín trasero de una vivienda.

Esta vez hizo traer de Australia ejemplares de más de 200 años y 3,5 metros de altura para el patio (un café de los Amigos de la Royal Academy), y escogió plantas jóvenes para el mar de jugosa hierba Hackonechloa macra y matas de Pittosporum tobira ‘Nana’ para el techo de la subestación eléctrica contigua. En ese lecho de verdor, un gigantesco tenedor rojo del escultor Michael Craig-Martin pone una nota de humor. “La idea es que se pudiera tener la sensación de una excavación, con una cualidad casi arqueológica, donde las plantas parecieran surgir del pavimento”, declaró el paisajista a The Telegraph. “Por la escasez de luz pensé que era una fantástica ocasión para usar helechos arbóreos. Confieren al espacio ese carácter definido y un tanto extravagante, además de vida propia”.

Unos supervivientes del Jurásico

Los helechos arbóreos son reliquias del pasado: surgieron hace 300 millones de años y los más modernos compartieron bosque con cícadas y coníferas en el Jurásico. Se agrupan básicamente en dos familias: Dicksoniaceae y Cyatheaceae. Sus más de 500 especies son en su mayoría oriundas del Hemisferio Sur: Oceanía, Asia y África australes, y América Central y del Sur. Viven a gusto en los climas subtropicales, en zonas boscosas a 400-2.000 metros de altitud con buenos regímenes de lluvias y humedad. Se denominan arborescentes o arbóreos porque desarrollan una especie de tronco, en realidad un rizoma erguido llamado estipe. En su punto más alto, la corona, nacen las frondas, que en algunas especies, como la Cyathea medullaris, pueden llegar a medir hasta seis metros de largo.

De lento o rápido crecimiento

La especie más conocida y más cultivada por su adaptabilidad y resistencia es la Dicksonia antarctica, seguida de cerca por la Dicksonia fibrosa, una pariente algo menor en porte y tamaño. Son de lento crecimiento (2,5 centímetros al año) y pueden ser trasplantadas con facilidad. Mientras se respete la corona, se puede cortar el tronco y volver a plantarlo con garantía de un nuevo crecimiento radicular y brotación de nuevas frondas. Este comercio de troncos vivos está regulado por los convenios internacionales Cites.

Las cyatheas, por el contrario, son de rápido crecimiento, con lo que en muy poco tiempo desarrollan largos estipes; sin embargo, no permiten el corte limpio del tronco y su posterior trasplante como las dicksonias. La más fácil de encontrar en los centros de jardinería es la Cyathea cooperi, aunque últimamente, de forma más excepcional, se puede hallar la Cyathe a australis y la Cyathea medullaris. En estas especies, la obtención de nuevos ejemplares solo es la natural de cualquier otro helecho, es decir, por esporas, pero a cambio su crecimiento es mucho más acelerado. Las dicksonias también se reproducen por esporas, aunque necesitan muchos años para lograr un porte arbóreo.

La producción en España de estas especies radica sobre todo en Galicia, donde destaca la labor de Jorge Lorenzo, que desde hace más de 10 años obtiene estos helechos por esporas. Su colección privada de ejemplares adultos de especies de los géneros Dicksonia, Cyathea, Cibotium y Angiopteris es espectacular.

Jardines de helechos arbóreos

Existen pocos pero encantadores jardines públicos de helechos arbóreos en el mundo. La cercana Portugal es pródiga en hermosos bosquecillos de estas especies, como en la Quinta da Regaleira y el Palacio de Monserrate, en Sintra. También en Madeira y Azores estas plantas se desarrollan con elegancia en los jardines. En el Reino Unido destacan los de Tresco Abbey Gardens y The Lost Gardens of Heligan, y naturalmente los ejemplares de los Kew Gardens, en Londres. En el botánico de Berlín existe toda una colección en sus solemnes invernaderos. Y en Estados Unidos impresiona el grandioso jardín de helechos del Golden Gate Park, en San Francisco.

En España estas plantas están prácticamente por descubrir. Por lo propicio del clima para los helechos sobresale el norte de la Península con ejemplares dignos de ver en el Castillo de Soutomaior, en Pontevedra, o la Dicksonia antarctica de varios brazos que atesora el pazo de Santa Cruz de Ribadulla, en A Coruña. El Jardín Botánico de Gijón apuesta desde hace años por su cultivo. Y próximamente verá la luz el proyecto de un asombroso bosque del Carbonífero lleno de hermosos ejemplares en el Museo Nacional de la Energía, en Ponferrada.

UN JARDÍN DE DICKSONIAS EN LA SIERRA DE MADRID

Los helechos arborescentes son los protagonistas de un jardín insólito creado hace tres años en El Escorial. La meta era reproducir un ambiente de bosque primigenio, un prehistórico edén tropical. Para ello se seleccionaron plantas con mayor valor arquitectónico que florístico, de hojas grandes y arqueadas, tallos alargados y gráciles, y distintas tonalidades de verde. Dicksonias y cyatheas no podían ser más adecuadas. “El resultado es, en cierta medida, mágico y exótico, un jardín de encantos botánicos con cierto misticismo verde”, explica Mau Boto, su creador. En ese ambiente que gobiernan los imponentes y altivos helechos arborescentes crecen también palmeras, bananos, alocasias y, durante el buen tiempo, orquídeas y bromelias.

Sorprendentemente este oasis vive al aire libre en plena sierra madrileña. “Como puede pensarse, se trata de una jardinería extrema”, subraya. “El jardín sufre los rigores del calor y el frío; las temperaturas mínimas rondan los -7° y las nevadas son copiosas algunas veces, un amplio contraste con las máximas, que llegan a los 36° en el mes de julio”. El mantenimiento se basa en riegos muy cuidadosos y la creación de un buen suelo orgánico de selva al que siempre se incorporan todos los restos vegetales que producen las propias plantas. Sin embargo, el verdadero secreto está “en la estudiada selección de especies que se cultivan, un trabajo botánico arduo pero placentero”.

Mau Boto,

Academia del Jardín,

Helechos: todo un mundo para descubrir,

Plantas que aman la sombra,


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